Llegan a Candelaria las reliquias de los beatos riojanos

 Llegan a Candelaria las reliquias de los beatos riojanos

Candelaria. En diálogo con Del Lago Play, Ramon Acosta, coordinador de Catequesis de la Parroquia Nuestra Señora de la Candelaria, comentó que este sábado llegarán a la antigua Capital las reliquias de monseñor Enrique Angelelli, los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville y el laico Wenceslao Pedernera, declarados beatos en el 2019 por el Papa Francisco. Los vestigios quedarán en la parroquia. Invitó a la feligresía a participar del recibimiento previsto para mañana después de la misa de las 19 hs.

Enrique Angelelli

El consagrado beato monseñor Enrique Angelelli nació en la Córdoba de Argentina. Allí desarrolló su labor sacerdotal hasta su designación, en el año 1968, frente a la diócesis de La Rioja. Lo recibió una sociedad compleja, de hijos de inmigrantes, pueblos originarios y criollos. Como la de muchas provincias argentinas, dividida entre un segmento de burgueses enriquecidos con la mano de obra semi esclava del campo, los almacenes de los «turcos» y la apropiación de grandes extensiones de tierras «de nadie».

Nuevo obispo de La Rioja

Tenía 45 años, había participado de la Juventud Obrera Católica, recibido una sólida formación en el país y en Roma. Era portador de un carácter alegre y sus amigos le decían «Pelado». En el escudo episcopal gravó su misión con dos palabras: «justicia» y «paz».

Su prédica

Promovió la formación de cooperativas de campesinos y alentó la organización sindical de los peones rurales, los mineros y las empleadas domésticas. «La tierra es para todos, el agua es para todos, el pan es para todos», decía celebrando. En el Movimiento Rural Diocesano se creó la cooperativa Codetral, que entre otras cosas reclamaba la expropiación del latifundio Azzalini.

Su prédica a favor de la justicia social fue como una piedra en el zapato para las familias ricas de la provincia gobernada entonces por Carlos Menem. Lo que poco después se tradujo en la persecución de los dirigentes rurales y fuertes críticas al obispo al que se calificó de «zurdo», aun cuando él también se oponía abiertamente a la violencia armada.

Las muertes y los martirios

Vivió haciendo todo de manera sagrada y murió víctima de un accidente provocado —lo encerraron intencionalmente dos autos en la ruta— cuando regresaba del entierro de dos jóvenes sacerdotes que participaban de su misión evangelizadora: Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, y un laico, Wenceslao Pedernera. La dictadura cívico-militar los había torturado y asesinado en el mes de julio de 1976. Los crímenes ocurrieron en un contexto de represión dirigida a sectores de la Iglesia Católica que llevaba al mes de agosto cuarenta sacerdotes muertos y más de cien desaparecidos.

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