Se cumple un aniversario de la Rebelión en el ingenio San Juan
Consultado por Del Lago Play, el historiador Pablo Camogli comentó que este 23 de junio se cumple un aniversario de lo que se conoce como la Rebelión en el ingenio San Juan, la sublevación y fuga de los indios pampas que trabajaban en el establecimiento del Señor General Don Rudecindo [Roca]”, en lo que hoy es el Parque federal Campo San Juan. El rol de José Gregorio Yankamil.
José Gregorio Yankamil (o Llancamil) fue el último de los líderes ranqueles que resistió a las campañas genocidas del general Julio Argentino Roca contra los pueblos originarios de la Patagonia. Nacido en Leuvucó (actual Victorica, provincia de La Pampa, Argentina) en 1849 o 1850, fue sobrino y hombre de confianza de los lonkos (caciques) Pangüitruz Gñer (Mariano Rosas) y de su hermano y sucesor Epumer. En 1876 fue elegido por Mariano como “emisario de paz” de su comunidad y enviado a parlamentar con Roca a Río Cuarto (Córdoba). En octubre de 1878 partió con su familia y una comitiva de cien ranqueles hacia Villa Mercedes (San Luis) para retirar los víveres y elementos de labranza pactados en el Tratado de Paz, pero fueron traicionados y emboscados por tropas al mando de Rudecindo Roca, hermano del general genocida.
Entre 1878 y 1879 se llevó a cabo la ocupación militar del espacio indígena. En una campaña caracterizada por su rapidez, cinco divisiones comandadas por los generales Julio A. Roca y Nicolás Levalle, y los coroneles Eduardo Racedo, Napoleón Uriburu e Hilario Lagos ocuparon el territorio indígena desde el sur y oeste de la provincia de Buenos Aires y alrededores de la actual provincia de La Pampa hasta el Río Negro, entre abril y junio de 1879. En menos de ocho meses posteriores los principales lonkos y capitanejos fueron apresados junto a sus guerreros y chusmas (no combatientes). A los miles de muertos por las campañas militares y la epidemia de viruela que diezmó a las comunidades, se sumaron alrededor de 12.000 originarios que fueron hechos prisioneros por el Estado Argentino.
En 1878 Roca le envió una carta al gobernador de Tucumán ofreciéndole el envío de pampas y ranqueles prisioneros para trabajar en situación de esclavitud en los ingenios azucareros “a cambio de apoyo político para su posterior campaña presidencial”. Inmediatamente Roca recibió la respuesta de una decena de empresarios azucareros pidiendo “500 indios con o sin familias” para los trabajos en la caña. Entre los que fueron remitidos a la provincia norteña se encontraba Yankamil y su familia, junto con el resto de los prisioneros de Villa Mercedes.
Sin embargo, Yankamil, que por entonces contaba con 45 años, no se las haría fácil. Durante el traslado protagonizó su primera rebelión y escapó herido junto con otros prisioneros. Según su bisnieto José Alberto Dentoni Yancamil, el antiguo emisario se asentó en una de las costas más áridas del Río Salado junto con otros originarios fugados (ranqueles y tehuelches), convirtiéndose en el lonko de aquella comunidad.
En uno de los tantos atracos que protagonizó contra los nuevos asentamientos fue corrido durante varios días por las tropas desde la Provincia de Mendoza. En la huida logró encontrarse con algunos tehuelches desertores del Ejército, sumando así un grupo de 17 indígenas con caballos muy cansados por la larga corrida.
Al llegar al último refugio indígena cerca de Puelén, se encontraron ante la ofensiva de una veintena de “indios amigos” del Ejército Argentino que los tirotearon. El 19 de agosto de 1882 se daría la “Batalla de Cochico”, último enfrentamiento entre las fuerzas originarias que todavía resistían y las tropas militares que se registraría en La Pampa. Encerrados por el cansancio arremetieron contra los soldados al mando del indígena Mora, al que acusaban de traidor, y los persiguieron hasta el pie del cerro de Cochicó. Para las tres de la tarde el combate era cuerpo a cuerpo, principalmente con cuchillos y boleadoras, aunque los militares utilizaban fusiles Remington. Al cabo de tres horas ya había unas 5 bajas de cada lado. Para la noche, el aguacero era tal que los combatientes habían perdido los cuchillos, las lanzas y hasta las alpargatas. La lluvia que se desató en horas de la noche forzó la retirada de la partida del Ejército. Los muertos militares serían homenajeados durante años como los “Héroes de Cochicó”.
Pero la victoria fue amarga y no dio los resultados esperados. Al año siguiente Yankamil fue arrestado por sedición y enviado prisionero a la Isla Martín García, ubicada en el Río de La Plata, en la frontera entre Argentina y Uruguay.
La historia de su motín en una embarcación y de su huida a Paraguay es conocida. Sin embargo el investigador Julio Cantero descubrió un documento que cuenta de otra rebelión que protagonizó en el noreste argentino. Por entonces Rudecindo Roca había sido designado gobernador del Territorio Nacional de Misiones. En 1884 fundó un ingenio azucarero entre dos colonias agrícolas. Allí utilizó como mano de obra esclava a pobladores originarios provenientes de Martín García. Su trabajo consistía en el desmalezamiento de las zonas selváticas y de la siembra de la caña. Pero el 23 de junio de 1888 se produjo una rebelión indígena en el ingenio.
Un expediente del juez de la localidad de Santa Ana caratulado Sumario levantado con motivo de la sublevación i fuga de los indios pampa que trabajan en el establecimiento del general don Rudecindo, nos menciona que el líder de la rebelión era un “pampa” (en realidad ranquel) de apellido Yankamil. Sin duda se trata del mismo José Gregorio, ya que en 1883 había sido enviado a Martín García, de donde salieron los prisioneros que terminarían trabajando en el ingenio de su antiguo captor.
El documento cuenta que el Mayordomo o Administrador del establecimiento quiso aumentar la producción poniendo a trabajar a las mujeres en la zafra (recolección de caña). Esto molestó a Yankamil, que protestó ante el Mayordomo amenazándole con hablar con el mismo Roca. Esto en realidad se trataba de una estrategia para ganar tiempo y llevar a cabo la fuga. El 23 de junio, poco antes de las 13, cuando la campana anunciaba el regreso al trabajo, los prisioneros se dividieron en grupos: unos a la caballería, otros a las dependencias de la fábrica y otros al negocio para proveerse de víveres. Lograrían hacerse con armas de fuego, lanzas, boleadoras y machetes. Tomaron como rehenes a 8 mujeres y a un capataz de nombre Cirilo Ríos, al que ataron con los brazos en la espalda. Luego más de 200 originarios abordaron un vapor con el que escaparon al Paraguay.
Alrededor de 20 peones que fueron testigos del hecho relataron que la rebelión fue capitaneada por Yankamil y que, ante el reclamo del Mayordomo para que liberara al capataz, éste respondió “que no solo no lo liberaría, sino que vendría también por él, que lo esperara en ese lugar… el Mayordomo no esperó que Yankamil regresara, al contrario, huyó internándose en los cañaverales, para aparecer al día siguiente en el cercano Pueblo de Santa Ana, donde denunció los hechos”.
José Gregario Yankamil vivió en Paraguay dos años hasta que fue indultado por el presidente Roca. Pasó un tiempo en Río Cuarto, antes de obtener del Estado tierras en el paraje de Árbol Solo (Lote 21 del Territorio Nacional de La Pampa).
En 1914 fue entrevistado por el maestro español Manuel Lorenzo Jarrín, quien estaba interesado en conocer detalles de la Batalla de Cochicó. Por su intermedio, Yankamil (de 77 años) solicitó tierras para su familia (por entonces conformada por 4 hijas y 4 hijos) a la Dirección Nacional de Tierras y Colonias. En la carta –escrita por Jarrín- dice que: “Me dirijo a Ud. en la seguridad que ha de hacer justicia y tendrá la satisfacción de legar a mis hijos para que con honradez sigan trabajando un pedazo de aquella tierra que su padre cruzó en todas las direcciones cuando sin patria y sin hogar vagábamos por el desierto hasta que la civilización arrancándonos por la fuerza de la barbarie que nos esclavizaba, nos hizo gosar (sic) de un hogar tranquilo, de la dicha de tener patria y del placer del trabajo honrado que tantos bienes proporciona”. El pensamiento eurocentrista y occidental del redactor se puede ver claramente en esta carta.
En un artículo publicado posteriormente por Jarrín (“Para la historia: relato de un testigo”, 1914), se transcribe una entrevista realizada al anciano lonko en donde cuenta detalles de la Batalla: “Era el 12 de agosto del año 1882, el cielo encapotado amenazaba de descargar un fuerte aguacero, y si fuera ahora que nuestros cuerpos con la civilización se han hecho más delicados tendríamos frío, pero en aquella época, acostumbrados a los rigores del tiempo, ni los calores ni los fríos, ni el sol ni el agua hacían impresión en nosotros; hacía varios años que yo y Paineo y 8 compañeros más habíamos venido del lado del poniente distanciándonos de las tropas que había en la Provincia de Mendoza, al entrar en La Pampa se nos unieron 7 soldados desertores, componiéndose el 12 de agosto un grupo de 17 hombres armados de lanza, boleadora y cuchillo bastante mal montados a causa de lo largo de la travesía que casi remató nuestros caballos; a poca distancia del paraje llamado Cochicó (Agua dulce) avistamos un grupo de soldados que creo que eran 23 hombres, indígenas reducidos al servicio del Ejército Nacional, la sorpresa del encuentro nos obligó al ataque, así como creo que a los soldados los obligó a la defensa, los soldados iban cediendo el campo recostándose hacia el cerro de Cochicó, estaban armados de fusiles, arma poco temible en manos de quienes no son diestros en su manejo, de cuchillos y algunos de boleadoras, los mandaban los tenientes indígenas Mora y Simón; al llegar al cerro la amenaza de lluvia se cumplió y lluvía copiosamente, serían las dos de la tarde, Paineo se precipitó a la lucha antes de tiempo e hizo en los primeros tiempos indecisa la victoria; tres horas largas duró el combate, el cansancio de esa lucha cuerpo a cuerpo empezaba a notarse, 3 o 4 muertos había en cada parte, los insultos se cruzaban, heridas teníamos todos, a la voz de Paineo: terminemos de una vez, redoblamos las fuerzas del ataque, fue un momento terrible, la noche se echó encima, eso favoreció el desenlace, 16 soldados aprovechando la oscuridad y contando que no podían ser perseguidos por los pocos que quedábamos y no tener caballos para eso, tomaron precipitadamente sus ensillados y se retiraron hacia el creciente, quedamos pues, dueños del campo”.
Notese que las fechas y algunas cifras no coinciden con el registro oficial de los hechos. Culminada la batalla “curamos lavando nuestras heridas y poniéndoles yuyos curativos, y nos acostamos sin desensillas nuestros caballos por el temor de que viniesen a sorprendernos; al rayar el día todo estaba tranquilo y pudimos reconocer 8 compañeros muertos y 6 soldados muertos, y 1 bastante mal herido pero con vida, llamábase José Trainmá, lo cuidamos, lo curé y me figura que ha de estado descontento del trato que se le ha dado pues aunque Paineo quería rematarlo yo me ocupe de eso, cosa que motivó nuestra enemistad, pero no lo siento, pues antes, como después y como ahora, tengo la idea de que a enemigo rendido no se le ataca pero se le cuida”.
Cabría preguntarnos, al igual que la carta anterior, cuánto hay aquí agregado por Jarrín al relato. Aunque en su diario personal, fecha 12 de febrero de 1914, el maestro español dice que “le leí (a Yankamil) lo que he escrito sobre la conversación que él me hizo del hecho de Cochicó, que dijo ser la pura verdad”, deberíamos tomar con cuidado este relato. Ya en la carta la Oficina de Tierras vemos que el escribiente introduce ideas propias en el relato de su interlocutor.
Preguntado acerca de los motivos de la victoria, Yankamil habría respondido: “Señor, a que indio libre en aquellas épocas, luchando por sostener la libertad, por la tierra que creíamos nos pertenecía, valía por 5 hombres, no temíamos la muerte y luchaba por coraje, esa es la causa”.
Acerca de sí se arrepentía de los hechos, nos dice que “mucho tiempo la he sentido y la he extrañado, pero el hombre a todo se amolda y hoy estoy contento relativamente, con mi familia y viendo a mis hijos crecer satisfechos con la vida civilizada y que no ignoran lo que nosotros ignorábamos, que cumplen con sus deberes de buenos argentinos que saben leer y escribir, y saben respetar”.
Esta entrevista se centró solo en la Batalla de Cochicó. No nos habla por otro lado de la otra rebelión, que habría protagonizado unos años después en el nordeste argentino.
José Gregorio Yankamil falleció en Árbol Solo el 8 de febrero de 1931, disfrutando de la libertad por la que había luchado. El 19 de agosto de 2005, al cumplirse un nuevo aniversario de la batalla de Cochicó, sus restos fueron trasladados a Victorica (ciudad que se fundó sobre Leuvucó, su lugar natal) y depositados en un pequeño mausoleo en la plaza central, donde autoridades políticas y miembros de la comunidad ranquel le rindieron homenaje.